Consignas para el aprendizaje del trombón. Como las lentejas: si quieres las tomas y si no, las dejas».
El aprendizaje del trombón, como el de cualquier instrumento, es un largo y complejo proceso en el que intervienen diversos factores que determinan el resultado final. Si bien es cierto que, durante este proceso, no somos del todo conscientes de la importancia de dichos factores y de la incidencia que tienen en nuestra trayectoria académica y posteriormente profesional.
En más veces de las que sería conveniente, reconocemos nuestras carencias cuando ya es demasiado tarde para remediarlas. Mi profesor de trombón en el Conservatorio Superior de Música Joaquín Rodrigo de Valencia, Joaquín Vidal, nos relataba a menudo un comentario de Vicente Prats, su compañero en el centro y antiguo solista de trompeta en la Orquesta Municipal de Valencia. Prats, cuando ya había cumplido los 60 años y contaba con una excelente reputación como instrumentista, solía decir: “si tuviera ahora 18 años y supiera lo que sé”. La moraleja de este comentario es bien clara: necesitamos caer en nuestros propios errores para aprender de ellos y corregir después aquello en lo que nos hemos equivocado.
Desde mi experiencia de más de 30 años como profesor de trombón puedo ofrecer mi particular visión – que por supuesto no tiene porqué ser compartida – sobre la enseñanza y el aprendizaje de este instrumento. De manera que, con vuestro permiso, me atreveré a dar unas consignas sobre este asunto. Vosotros, después de leer el artículo, debéis hacer como con las lentejas. Ya sabéis: “si no las quieres, las dejas.”
El aprendizaje del trombón, según mi punto de vista, debería cumplir al menos estos requisitos:
Ser funcional
Debemos enseñar al alumno lo justo y necesario en cada momento de su itinerario educativo. Así pues, conviene facilitar únicamente la información imprescindible, sin cargar la mente del alumno de ideas y conceptos sofisticados, muchas veces incomprensibles. Tampoco habría que incidir en procedimientos técnicos excesivamente complicados. Hay que intentar hacer fácil lo difícil para que tocar bien resulte un proceso simple y natural. Por supuesto, utilizando una metodología progresiva que se adapte a las peculiaridades de cada alumno y a sus necesidades educativas.
Motivador
Como se suele decir: divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido. Se puede enseñar sin aburrir. Los aprendizajes son como los alimentos, los podemos hacer más digeribles si los pasamos antes por la batidora de nuestra imaginación. Por poner un ejemplo, si nos interesa que el alumno mejore la calidad del sonido practicando notas largas, ¿por qué no le proponemos como alternativa la práctica de diseños melódicos variados con figuras de larga duración y en diferentes tonalidades? Así podríamos hablar de infinidad de actividades… Hemos de esforzarnos por evitar la monotonía y propiciar siempre el interés por el estudio.
Reflexivo
Necesitamos saber el porqué hacemos las cosas. Si desconocemos el objetivo que persigue un ejercicio, este se convertirá en una mera actividad mecánica alejada del propósito para el cuál fue concebida. Si no hay una relación clara entre el medio que utilizamos y el fin que perseguimos, no se produce un aprendizaje significativo. Justamente es después de realizar cada actividad de aprendizaje cuando debemos replantearnos la finalidad del ejercicio y reflexionar sobre si el proceso de aprendizaje ha sido efectivo; es decir, si ha dado los resultados esperados. Si no es así, hay que revisar nuestro plan de estudio y reformular los aspectos que no funcionan.
Integral
Es misión de los docentes ayudar al alumno a aprender la música como una interrelación de aprendizajes que se retroalimentan. Sin esta simbiosis el desarrollo formativo nunca será completo. Profesores y alumnos deben asimilar que sin un análisis previo de la partitura musical (realizado desde diversos ámbitos: formal, armónico, histórico, estético, técnico-interpretativo) no puede haber un auténtico trabajo interpretativo. Resulta, por tanto, prioritario que desde los centros de educación musical se entienda la importancia de construir proyectos educativos que fomenten la coordinación didáctica entre el profesorado, con el objeto de planificar contenidos y actividades que fomenten el aprendizaje integral. Con otras palabras, se trataría de trabajar de manera cooperativa mediante competencias comunes.
Estar orientado
Para que un proceso formativo como el de los músicos -definido en el currículo de las enseñanzas artísticas como profesionalizador- sea eficiente y adquiera realmente sentido, debe enfocarse de forma que prepare a los alumnos de la mejor manera para su acceso al mundo laboral. Descuidar esa conexión entre el ámbito académico y el profesional es cortocircuitar las posibilidades laborales de futuro. Por consiguiente, resulta crucial hablar con el alumno, conocer sus preferencias e inquietudes, mostrarle las distintas opciones y trazar con él una trayectoria que le ayude a alcanzar sus metas. En función de todo ello, habrá que diseñar un plan específico para cada alumno en el que nos desprenderemos de contenidos superfluos e incidiremos en lo verdaderamente significativo y útil.
Musical
En el mundo de los metales hemos sucumbido a la tiranía de la técnica, priorizando este aspecto sobre cualquier otro factor del aprendizaje. Y, en mi modesta opinión, aún cometemos un error todavía más grave: desvincular el aprendizaje técnico de la música. Johan Cruyff decía: “entrenamientos con balón”. Sin balón, el futbolista pierde la perspectiva de que la prioridad para el juego es el balón. La técnica, sin música, no es nada. Lo decíamos antes: es un medio sin un fin. El profesor que hace un buen uso de la didáctica es aquel que conecta los ejercicios técnicos previos que requiere la interpretación de cualquier obra con su contexto musical y hace de ello una vivencia enriquecedora, puesto que además de interrelacionar y aplicar los distintos conocimientos y las destrezas trabajadas anteriormente, disfruta de la reveladora experiencia de descubrirlos o redescubrirlos en la partitura musical.
Todas estas consignas persiguen una misma meta: aprender a aprender, una competencia clave en la educación y un factor determinante en el éxito formativo de cualquier músico. Quedarían muchas más cosas por decir: la necesidad imperiosa de estimular la creatividad musical y fomentar la improvisación, la importancia de saber tocar en grupo y desarrollar un auténtico trabajo en equipo… No obstante, vamos a dejarlo aquí. No sea que al final, si abusamos, las lentejas se nos indigesten.
Rafael Polanco
15 enero, 2018Artículo